lunes, 16 de marzo de 2009

Última (?) parada: ÍTACA

"Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los
lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.

Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es
elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.

Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán
encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los
conjura ante ti.

Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos
los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos
que tú antes ignorabas.

Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.

Conserva siempre en tu
alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con
prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya
viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya
un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra
cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué
significan las Ítacas."

Este poema no se lo inventaron los publicistas de Seat Exeo, ni tiene cómo pretensión que a todos nos coja el afán de comprar un coche. Con este poema, Konstantínos Kaváfís, su autor, quiere que VIVAMOS.

Vivamos con el acelerador puesto para ir llenando el maletero de muchas historias, y las ventanas abiertas para que entre el aire fresco de nuevas gentes y paisajes. De vez en cuando giraremos la vista hacia el retrovisor y tendremos tentaciones de poner el freno o dar marcha atrás. Pero no lo hagamos. Miremos al frente, para saber hacia donde vamos, sin que el sol ni las luces de otros nos deslumbren, y no temamos poner el intermitente, para cambiar de carril, arriesguémonos a ir más lentos. Paremos a repostar, sin miedo a perder tiempo, allí habrán otros conductores con los que compartir anécdotas de carretera y algo más. Nos podrán decir que vienen curvas y caravanas interminables. No nos lo creamos. I si cuando llegamos es cierto, debemos tener paciencia, que el marearse y el desesperar no son buenos. A veces se nos pinchará una rueda, y tendremos que sacar aire de los pulmones para hincharla. Hasta que pete de nuevo. No sean tontos, huyan de atajos, deseen hacer el recorrido largo, muy largo. Nos tocará pagar varios peajes, sepamos que el viaje por la vida no tiene precio, y queramos apegarnos con más fuerza a nuestro asiento. Las subidas y bajadas que no sean problema, cambiemos de marcha siempre que haga falta, y cuando seamos testigos de cómo compañeros de viaje abandonan la autopista, sigamos adelante, con calma, es importante no perder el control sobre el volante.

Finalmente, sólo me queda decirles que no se preocupen cuando vayan perdiendo aceite, el cuentakilómetros se detenga, y ya no haya más gasolina. Que el motor se pare no significa que se acabe el viaje. Quizá este empiece en Ítaca.

¡Que tengan un muy largo viaje!



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