sábado, 23 de mayo de 2009

La última frontera


Mientras algunos lloran por haber perdido un teléfono móvil de 200 euros, otros lloran por que se han quedado sin un brazo. Mientras algunos gastan litros y litros de agua para disfrutar de una relajante bañera, otros se deshidratan. Mientras algunos rechazan la verdura de mamá, otros no tiene nada con que contentar al estomago. Mientras unos se empeñan en tener el coche más caro de todo el vecindario, otros luchan por sobrevivir.

Es en esta lucha por la vida, que muchos senegaleses, cameruneses, nigerianos… (y nótese que hablo en masculino) recorren miles de kilómetros a pie desde sus casas para saltar, con la ayuda de unas escaleras artesanales, una valla: la de Melilla. Las escaleras son el visado para llegar a España, la valla, la última frontera. Con este nombre, precisamente, “La última frontera”, se titula un reportaje que muestra la violencia y la sangre fria de los guardias civiles españoles que custodian la valla y la angustia y la esperanza de los que cruzan: “prefiero morir, antes que ver a mi familia así”, “yo creo que alguna vez en España hablaran de mi, del cantante”.

¿Realmente podemos poner fronteras a las desigualdades? ¿No es hipócrita que en el mundo global en el que vivimos, las mercancías puedan pasar de un lado a otro sin problemas, y las personas no?

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