sábado, 23 de mayo de 2009

Espectadores pasivos, culpables activos

Abrimos el diario cualquier día y ahí, en primera plana, aparece un titular que habla de un mujer asesinada por su marido y que hace que se nos encoja el corazón. Pasamos la página. La cara de desesperación de un niño acosado por sus compañeros de clase, y la noticia de cómo unos chavales, en la lucha contra el aburrimiento, embroncan a mendijos nos vuelven a dejar del revés. Pero cerramos el diario, y ¿qué ocurre? En casa, oímos golpes, llantos, gritos, pensamos "otra vez los vecinos", y otra vez hacemos caso a aquello de "en los asuntos de los demás, no te metas", que "la curiosidad mató al gato". En el trabajo, vemos como compañeros nuestros practican el llamado "mobbing", y nos callamos, no vaya a ser que nos tachen de chivatos. En la calle, vemos como unos muchachos insultan a un dipsómano desvalido, giramos la cabeza y, si podemos, nos vamos, que no queremos problemas.
¡Cuánta hipocresía! ¿Por qué no ser "curiosos", "chivatos" y "tener problemas"? Sencillamente, preferimos ser espectadores pasivos frente a la violencia, aún siendo culpables activos de lo que recoje la prensa.

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