jueves, 21 de mayo de 2009

Observaciones en el tren (I)


Estación de tren de Móra la nova. 17.47 horas. Subo al tren que me llevara a Barcelona. Conmigo llevo la maleta y el bocadillo de chorizo de la abuela. Pongo la maleta en la estantería que hay encima de los asientos y pregunto a una mujer: ¿está ocupado? No, no, puedes sentarte, me responde. Por su acento advierto que es extranjera. Rubia, ojos azules y con una piel lechosa y llena de pecas… ¿inglesa? ¿Sueca? Observo sus manos. Hay quien habla del lenguaje de las manos... Las tiene cerradas, encima de su floreada falda (su estilo, me recuerda un tanto a “la casa de la pradera”). ¿Eso quiere decir que es una persona introvertida, poco sociable? Lo compruebo. Le pregunto a que parada baja. Pasan unos segundo y un seco “Sants estació” sale de su pequeña boca. Tonta, tonta, tonta. ¿No ves que tiene dificultades con el idioma? Luego, al oírla hablar perfectamente en castellano por el móvil (sobre lo pesado que es mudarse de piso) entiendo que la mujer no tiene ningún problema, simplemente es de pocas palabras o esta demasiado ocupada contemplando el paisaje. Oliveras, campos de viña... No vas a hablar, me digo. Así que decido observar. El tren no es muy moderno (asientos incómodos, ausencia de aire acondicionado…). El vagón está lleno. La mayoría son estudiantes que, tras pasar un fin de semana en casa, regresan a las residencias o pisos de alquiler de Barcelona o Tarragona. Lo sé por sus carpetas (unas azules, otras verdes) y por sus caritas de pena. Algunos escuchan música, otros leen, otros duermen, otros hablan en “peti comité”…Yo observo. ¡Este chico se quedara sordo! me digo mirando al “heavy” con camiseta de AC DC que está sentado (como si estuviera en el sofá de su casa) a pocos metros de mi. Me molesta. ¿Acaso nos ha preguntado a sus compañeros de viaje, si queremos escuchar su música? Resoplo. La joven que esta al lado del chico solidario (por eso de compartir su música), levanta la vista del libro que intenta leer y me mira. Busca complicidad. La encuentra. Nos miramos, levantamos la vista mirando hacia el infinito y negamos con la cabeza en un gesto que traducido al lenguaje significa “lo que hay que aguantar”. Ella sigue en su intento de leer, que por su vestimenta y gestos “monjiles” bien podría ser algún libro de teología (impresiones mías). Yo sigo en mis observaciones.
continuará*

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