domingo, 17 de mayo de 2009

Pipilotta Victualia Rogaldina Chocominza


Que dirían los asesores de imagen de Victoria Beckam de una niña que lleva un vestido cosido a retazos, unos zapatos que le vienen grandes y unas medias de colores por encima de las rodillas? ¿Que dirían los responsables de protocolo de la Casa Real de una niña que cocina crepes sobre el suelo?

Seguramente Pippi Calzaslargas se llevaría el primer puesto en el ranking de las peores vestidas de revistas como “Glamour”. Seguramente también, y a petición de su Majestad la reina Sofía, Pippi recibiría de urgencia un curso de etiqueta y modales en la mesa.

Quizá muchos no compartiríamos ni mesa ni armario con ella, por pensar que es una “guarra” y una “ortera”. Seguro que muchos no lo harían por pensar que está loca. Pero la verdad es que a fashions y a cuerdos Pippi nos mola. Por ser una rebelde y el precedente de Alaska en lo del pelo naranja y el “a quien le importa lo que yo haga”. Por caminar hacia atrás, no ir a la escuela y dormir con los pies en la almohada. Por romper con los prejuicios y las reglas. Pero sobretodo, por ser feliz así, a su manera.

Rebelde, audaz, luchadora, Pippi, que con 9 años vive sola, no sólo es un ejemplo a seguir para los esclavos “del que dirán”, también lo es para el veinteañero que delante de cualquier estupidez, siempre tiene la palabra “mamá” en la boca y para el que es mayor para independizarse y no para hacerse la comida y plancharse la ropa. Aunque claro a éste último, siempre le quedara la excusa de no tener la habilidad sobrenatural de Pippi para hacer de una volada la limpieza de la casa…

Pero Pippi no sólo es la chacha ideal. Pippi, es la amiga que a muchos nos habría gustado tener. Aunque sólo sea por presumir de amiga. Porqué, ¿cuánta gente tiene una amiga que vive con un mono y un caballo al que levanta con una sola mano, que sabe volar, y que tiene un cofre lleno de dinero?

Pippi, les pese a los conservadores, marcó un referente cultural en los años 70 y constituyó un ejemplo para el movimiento feminista. Con ella, quedaba claro que las mujeres no teníamos porque ser esas tontas sumisas que algunos creían y siguen creyendo…

Por todo eso, seamos rebeldes como Pippi, y reivindiquemos que se le haga un documental en clave de homenaje. Aún con el riesgo de que Jiménez Losantos, Rouco Varela o Rajoy salgan a la palestra diciendo que hay que censurarlo porque, de lo contrario, las niñas de nuestra “Una, Grande y Libre”, dejarán de ir a la escuela y se tirarán del balcón pensando que volaran con la ayuda de sus trenzas.

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